martes, 4 de agosto de 2009

Kiss me always.

Y los años se convierten en meses, los meses en semanas, las semanas en días, los días en horas, las horas en minutos, los minutos en segundos... y así hasta que vuelves a irte de mi lado para regresar más tarde.

La espera se hace eterna y tu compañía efímera cuando consigo darme cuenta de que todavía no te has ido, que aun puedo abrazarte una vez más antes de que un tren te lleve.


Me abrazas, me besas, subes al talgo y yo desde el
andén veo como te marchas mientras una tímida lágrima resbala por mi cara tan suavemente que apenas la noto. Entonces te asomas por la puerta y gritas que me quieres.

Vuelvo a casa, a la rutina diaria; a esperar hablar contigo el tiempo que me sea posible y a desear que sea pronto el día
en el que vuelvas a mi, en el que pueda estar contigo sin que cientos de kilómetros se interpongan y nos impidan vernos.





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